Adivina quién viene a cenar esta noche a la casa del señor
Con La mujer del obispo nos encontramos ante la que confluyen muchos elementos muy destacados de aquel cine de la época dorada de Hollywood. Lo primero que salta a la vista, un trío protagonista espectacular, con Cary Grant a la cabeza. Si necesitas dotar de carisma a uno de tus personajes principales, harías bien en buscar un guionista ocurrente, pero si, además, tienes a un actor como el británico, ya tienes gran parte del territorio conquistado. Cary Grant es un Dios que en este caso interpreta a un ángel.
Y eso que, en este caso, tenemos a un infrautilizado David Niven. No porque no tenga un buen papel, sino porque el también británico es un actor de múltiples registros con un enorme carisma. En este caso, interpreta a un obispo que se ha alejado de la gente sencilla por centrarse en la construcción de una faraónica catedral. Para esta empresa habrá de aliarse con una clase alta tan adinerada como caprichosa, lo cual no sólo establece un abismo entre sus antiguos feligreses, sino también entre el Obispo y su esposa, interpretada por una Loretta Young que también presenta una filmografía tan variada como notable (incluso duradera, que empezó siendo niña en 1917).
Y por si este reparto no fuera lo suficientemente llamativo, tenemos a Elsa Lanchester, que fue la enfermera de Charles Laughton en Testigo de cargo y su esposa en la vida real, además novia de Frankenstein en la película de ese título (donde también interpretó brevemente a Mary Shelley), y la niñera a la que sustituyó Mary Poppins. Y a Karolyn Grimes, que fue una de las hijas en el gran clásico navideño Qué bello es vivir, no siendo la única conexión entre ambas cintas, ni mucho menos, puesto que también aparece Bobbie Anderson, quien interpretó al personaje de James Stewart en su juventud.
Tenemos a un director eficaz como Henry Koster, que además de La túnica sagrada, dirigió la célebre El invisible Harvey, que entronca bastante con ésta por aunar comedia y un cierto toque sobrenatural. Koster fue un exiliado a EEUU que se acabó adaptando bastante bien, como ese magnífico guionista (y luego también director) que participó en la elaboración de alguna secuencia (y casi podríamos deducir cuáles). Estamos hablando del gran Billy Wilder, que en compañía de su entonces colaborador Charles Brackett participaron en el guión aunque no fueran acreditados.
Hablando del guión, está basado en una novela de Robert Nathan, que un año después vería cómo se adaptaba otra de sus obras incluso con mayor fortuna que en este caso. Estamos hablando de Retrato de Jennie, que cuenta con un cierto parecido a su “hermana”, y es también una película tan recomendable o más.
Y como guinda del pastel, tenemos también a Greg Toland, el magnífico director de fotografía de, por ejemplo, Ciudadano Kane. Realmente la película tiene en el sentido técnico una manufactura estupenda. Aparte de alguna que otra utilización de la luz (y la sombra) muy destacada, hay que decir que presenta una composición de planos bastante cuidada y con bastante intención en muchos casos. También el diseño de arte y el vestuario rayan a gran nivel. Una auténtica producción del viejo Hollywood.
Una película que, dentro de su bonhomía y comicidad, presenta un “triángulo amoroso” peculiar y un tanto controvertido, si se le quieren buscar las vueltas. Y se le deben buscar las vueltas, porque diría que no es, ni mucho menos, tan “blanca” como aparenta. Tiene motitas, como el pañuelo del señor Obispo que tan bien le queda a Cary Grant. Desde luego muchas más que el anecdótico remake que se realizó en los 90 titulado La mujer del predicador, protagonizado por Denzel Washington y Whitney Houston.