Adiós a un verano de cine. Termina la edición de 2017 de Cinema Camp, la cual se presentaba con notables novedades en relación a la ya bastante exitosa versión del año anterior. Para empezar, casi cien alumnos se iban a distribuir entre los dos turnos que habíamos preparado, como repetimos a todo aquel que nos quiso escuchar en las distintas charlas que dimos durante el año en institutos, centros educativos varios, cine clubs, etc. Estábamos decididos a “ampliar miras”, y si el año pasado ya quisimos ofrecer una salida a quienes excedían la edad permitida para entrar en el Cinema Camp, este abrimos también fronteras, permitiendo que nos visitaran también alumnos de fuera de Castilla y León. Y nos tomaron la palabra.
De igual manera, los de un turno y otro fueron apareciendo por la residencia doña Urraca de Zamora. Algunos ya se conocían de épocas anteriores, aunque a los pocos días no daba la sensación de que eso tuviera una importancia trascendental. También en la plantilla de Cinema Camp había novedades, y por tanto, gente a la que echamos en falta. Este año, a nuestro habitual taller de stop motion le acompañó uno de caracterización (tarea injusta e inapropiadamente descuidada en muchas producciones). Los participantes no pudieron ocultar su satisfacción ni siquiera debajo del montón de látex y sangre falsa que se fueron aplicando sobre ellos mismos. Variantes de este año fue también la compañía de un grupo de franceses, que tuvieron la misma idea que nosotros y se hospedaron en la zamorana Residencia doña Urraca. Con ellos compartimos un par de veladas en el parque próximo a nuestro común hospedaje.
Y por supuesto, las clases y los cortos. Este 2017 ha sido un año de muchas sorpresas agradables en ese aspecto. Algunos de los que comenzaron a venir al campamento cuando este daba sus primeros pasos han querido seguir acompañándonos, y eso nos conmueve enormemente, porque es mucho lo que hemos compartido, y son estos alumnos los que nos dan una perspectiva decisiva de lo que se ha desarrollado estos años. Estos “veteranísimos” han abordado sus trabajos con un enfoque cada vez más personal, sorprendiendo a propios y extraños. Al disfrute como espectadores unimos un gran orgullo y reconocimiento por su labor.Pero los noveles no quisieron quedarse atrás y nos ofrecieron varias sorpresas agradables, demostrando así sus ganas y su creatividad y lo agradecido que es darles rienda suelta y permitir su expresión. Compartir una actividad creativa como es el cine, una pasión común como esta, es capaz de exaltar mucho los sentimientos y crear vínculos muy fuertes.
Y en esas se fueron desgranando los días de esas intensas dos semanas de julio que duró Cinema Camp. Si algo las caracteriza es, precisamente, que cada cosa que sucede, sucede con intensidad. Sus clases, sus sesiones de tormenta de ideas, sus risas, sus rodajes, sus juegos, sus maratonianas jornadas de edición… Todo eso son momentos vividos tan plenamente que no somos conscientes de lo que los disfrutamos hasta que no pasamos a recordarlos, y como decía el desaparecido Eduardo Galeano, recordar es volver a pasar por el corazón. La alegría de poder mostrar terminados los cortos a quienes vienen a recoger a los alumnos después de un periplo como el vivido, es la previa a esa tristeza feliz de despedirnos. Nos sentimos un poco más vacíos después de haber compartido una experiencia que llena tanto, pensando en cuándo será el próximo encuentro entre todos, sabiendo que, a más tardar, podría ser el julio próximo en un nuevo verano de cine. Y es que, en cierto modo… nos queremos.